El Real Zaragoza debe plantearse adónde va y dónde quiere ir. Con su de hoy estado de las cosas, con una nueva derrota y una crisis supurante y también incurable , no hace falta ser realmente avispado para saberlo: La Romareda está curada de espanto, tiene experiencia de sobras en episodios como este y en dónde desembocan. El Zaragoza volvió a perder (2-3). Son siete partidos seguidos sin ganar, únicamente una victoria en nueve jornadas.
Números que ponen a Víctor Fernández en un lugar donde solo él puede resistir merced al pasado. El presente no permite muchas vueltas a las interpretaciones. El Zaragoza tiró un 2-0 contra el Oviedo tras una primera mitad en la que corrió, tuvo piernas y recobró las esencias del fútbol que mejor ha expresado este año. Los tantos de Liso y Adu Ares se quedaron cortos.
Pero el Oviedo es mejor aparato , también mejor plantilla. Y en la segunda mitad le pintó la cara al grupo aragonés. La penosa lectura de partido de Víctor Fernández no haciendo más fuerte el mediocampo al comienzo de la segunda mitad para proteger el 2-0; la caída física de un equipo que había vivido de sus piernas; y los ajustes y elementos del Oviedo desde el banquillo condenaron al Zaragoza, en el que Keidi Bare falló un penalti decisivo en el ecuador de esa segunda mitad donde ensució todo lo bueno que hizo en la primera.
Víctor Fernández introdujo cinco cambios en relación a Eibar, con los regresos al once de Tasende, Escencial , Bare, Toni Moya y Liso, y desarmó el sistema 5-4-1 para devolver a Zaragoza a un 4-4-2 en el que Francho Serrano se movió como interior derecho. Otro volantazo al sistema, signo de soluciones que no llegan. El centrocampista canterano, una navaja suiza, fue la figura clave desde la que se puede explicar el planteo del aparato aragonés, frente a un Oviedo vulnerable en la pérdida del balón y con dos centrales, Luengo y Calvo, que padecen cuando ven el fútbol de espaldas, cuando les giran la bisagra de la cintura y tienen que defender volviendo a su portería.
La reubicación de Francho, en comparación con Aketxe, le dio muchas piernas al Zaragoza, reuniéndose así los futbolistas de la plantilla mucho más capacitados para la carrera: Francho, Liso, Azón, Adu Labres , Luna…
El Oviedo comenzó con el mando, pero eso significó poco a efectos de dominio. Es un aparato atrevido con la pelota, que se despliega con mucha gente. En esta ocasión , Calleja alineó un 4-4-2, con una doble punta -Paraschiv y Alemao-, y con Moyano y Portillo en los extremos. Son 2 jugadores , con muy buen pie, capaces , dúctiles, pero con inclinación interior. Y eso facilitó que el Real Zaragoza castigara al rival desde el hurto , las presiones altas, los duelos ganados y el destajo con el que se emplearon Moya y Bare en el doble pivote.
Alemao y Moyano lo probaron desde lejos, en un periodo de tiempo del duelo en el que Oviedo sujetaba la pelota, la metía en campo rival , pero solamente avanzaba , bien contenido por la doble línea de 4 hombres del Zaragoza. De a poco , los de Víctor fueron conduciendo la trama hacia el fútbol en el que mejor se expresa, acercándolo al vértigo que ha definido su identidad en sus días más redondos, intencionados y eficientes. Así , el Zaragoza decidió cabalgar aprovechando que el Oviedo proponía un juego abierto.
El lado de Francho fue la correa de transmisión primordial , con Liso y Azón jugando profundos contra los lentos centrales ovetenses. Ahí, estuvo el partido. Francho probó a Braat antes que Adu Labres lo intentara tras un jugada de Azón, primero, y con un tiro manso, después, tras hurtarle la cartera a un enclenque Ahíjado. Desde ahí, el Zaragoza roció de ocasiones al Oviedo. Un hurto de Bare en tres cuartos, lo cazó Liso, lo empaló y su tiro ahuecado y fugaz se lo comió Braat, a quien la pelota se le convirtió en un polvorón que se le deshizo por debajo de las piernas.
El regalo del portero francés avivó la mecha. Francho decidió correr los cien metros lisos en la derecha, levantó la cabeza y cruzó un centro que remató Adu Labres , pero, en esta ocasión , Braat se redimió, sacando una espuela salvadora. No se paró el Zaragoza. Una buena acción combinativa de Bare y Tasende fue a la corona del área y ahí Adu Ares , en esta ocasión sí, la metió dentro. El Zaragoza era frenesí, desmelene y “rock and roll”. Un avión volando sobre el Oviedo. Liso pudo meter el tercero, pero se empachó de balón, con Azón solo. El Zaragoza pudo llenar el saco, jugando en ese contexto que le hace peligroso : verticalidad, volumen ofensivo y pegada.
El Oviedo trató de reaccionar en el tramo final, pero con bastante artificio, solo Portillo, su astucia y oficio , trataba de meterle oxígeno a su aparato , que cerró el primer tiempo con oportunidades vaporosas de Del Moral , Moyano en una falta y Alemao.
El Oviedo aprovechó el reposo para mudarse por completo. Ahíjado concluyó su pesadilla en el del costado derecho, entró el ágil Chaira, fortaleció Álex Cardero el medio… Los asturianos pasaron al 4-2-3-1, y en la primera acción jugosa, Chaira agarró una pelota a 30 metros y se la colgó en la escuadra a Femenías como quien cuelga un cuadro en un museo. Golazo.
Sin pausa, Luna corrió la banda, salió Braat y se lo llevó por delante. Penalti. Otro descuido del portero francés. Pero, de nuevo , se redimió: aguantó a Bare -algo que no resultó difícil - y el albanés arruinó a su aparato.
El Oviedo salió a la carga, metiendo con Chaira y Hassam una agilidad que convirtió el partido en una carrera de Fórmula 1. Los espacios comenzaron a hacerse largos y anchos. Al Zaragoza ese órdago a la grande le venía bien, pero cuando dependes de las piernas, dependes del físico. Y, sin Azón, y con Liso y Francho nadando en ácido láctico, fundidos los mejores deportistas , Braat quedaba poco a poco más lejos. Chaira, inmenso, robó, Cardero centró y Alemao, desatendido por Lluis López y también inalcanzable por prominente para Bare, cabeceó a gol. Otro zarpazo rival en centro del costado y otra prueba de los inconvenientes del Zaragoza para proteger su área.
Liso volvió a negarle un pase a Ares y se jugó una toda él, Bare lo probó de lejos en una carrera… Pero el Zaragoza iba perdiendo fuelle, ideas y precisión… Los nervios asimismo jugaban ahora. Los temores. La crisis. La caída del equipo … Luengo tiró al palo y Hassam rozó el gol en el rechace. El Oviedo sitiaba al Zaragoza, lo empujaba a su portería, atornillándolo en su área. El partido llegó a un punto en el que había que pensarse las cosas. El Oviedo había hecho lo bien difícil , así que amainó su fútbol.
Entró Aketxe en el Zaragoza, cuando el partido bajaba sus revoluciones. Pero los asturianos reservaban su bala de plata. Chaira, con todo a favor, excusó a puerta vacía. No lo hizo después. Ahora sobre el minuto 90, sentenció al Zaragoza, mientras Víctor Fernández preparaba a Jair y Aguado en la banda. Ese cambio, por último completado, sirve como síntoma de un aparato , de un entrenador, desquiciados. Al Zaragoza se le ha olvidado ganar.